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Muy pronto, se empezaron a formar ingenieros químicos
uniandinos con orientación hacia el diseño de productos
con valor agregado. Además, diferente a las tradicionales
y monumentales plantas piloto de otras universidades,
los laboratorios del Departamento se construyeron
pequeños y bajo otro concepto: permitían observar
y medir fenómenos a diferentes escalas con buena
exactitud. A esto se sumó una gran reforma curricular,
“pasamos de 154 a 136 créditos y eso nos obligó a
cambiar la manera de enseñar. Esa fue una gran discusión
con otras universidades, pues la Ingeniería Química es
una carrera muy conservadora. Pero el concepto era
diferente, maravilloso y flexible. Eso nos dio la capacidad
de innovar y crear” concluye Jorge Mario Gómez.
Una vez establecida e implementada esta nueva visión
pedagógica, el Departamento empezó a recorrer un
camino de evolución constante que se ha mantenido
hasta la fecha. Algo decisivo en este recorrido fue la
determinación para empezar a investigar junto con
los estudiantes de pregrado y publicar formalmente
en revistas científicas los resultados de dichas
investigaciones. Una vez madurado este proceso,
aproximadamente en 2008, Ingeniería Química
estaba preparada para dejar de ser únicamente un
departamento con un programa de pregrado y pasar
también al nivel de maestría, para lo cual se requirió
una importante inversión en bibliografía y laboratorios,
inversión de varios millones de dólares respaldada
con optimismo por la vicerrectoría de investigaciones,
encabezada por ‘Pepe’ Toro.
La inauguración de los nuevos laboratorios en el también
nuevo Edificio Mario Laserna fue la antesala para que
el Departamento diera otra serie de grandes saltos:
recibir la acreditación de alta calidad para el programa
de pregrado en 2008, la apertura de la Maestría en
Ingeniería Química en 2009 y la obtención por primera
vez de la acreditación ABET en 2012.
Una promesa de valor más que cumplida
Veintidos años después de su reapertura, el
Departamento de Ingeniería Química ha sobrepasado
las metas con las que fue nuevamente concebido en
1996. No solo se ha posicionado como un estandarte
de la innovación propia de la Universidad de los Andes,
Carlos Francisco Rodríguez.
Foto: David Amado.