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en donde forjamos el sueño común de transformar el
país. Para eso, se necesita un modelo de desarrollo rural
territorial enfocado en la paz y una política pública para
el campo que nazca de la base y no desde un escritorio
en Bogotá. A través de Utopía ya es posible ver algunos
efectos de la paz en la ruralidad, pues los jóvenes llegan
con menos miedos.
R.I.: ¿Qué otro efecto ha tenido la firma de la paz
en Utopía?
C.G.G: Es importante entender que el proceso de
negociación del fin del conflicto armado fue una caja
de pandora que permitió poner sobre la mesa muchos
temas que el secuestro y los miedos no nos permitían
discutir. Por eso, terminado el fantasma de las FARC
ahora es importante hablar de educación, equidad y
ruralidad. Por eso, la polarización de la que tanto se habla
últimamente puede verse desde otra perspectiva si se
entiende como el reflejo de un país que empieza a hablar.
Yo en Utopía he visto milagros y el poder de la educación
como generadora de dignidad, autoestima y paz.
R.I.: ¿Cómo se financia y sostiene Utopía?
C.G.G: La Universidad de la Salle hizo la inversión más
grande de 15 millones de dólares para construir el
campus y el Banco de Bogotá y Bancolombia han dado
un gran respaldo al proyecto. Pensábamos que el sector
agropecuario iba a involucrarse más pero no sucedió como
lo esperábamos y, después de muchos acercamientos,
el Estado empezó a participar a través del Ministerio de
Agricultura, encabezado en ese momento por Aurelio
Iragorri, que nos dio becas condonables a través de
Icetex. Ecopetrol se unió en 2017 financiando algunas
becas. En general, grandes empresas y fundaciones han
hecho distintas donaciones para laboratorios o becas.
R.I.: ¿Cuáles son los principales retos que enfrenta el
programa en la actualidad?
C.G.G: Aunque la parte financiera es un gran reto,
nos preocupa la política pública frente a la ruralidad.
Queremos que dicha política genere las condiciones
de equidad para que la gente anhele quedarse en el
campo, pues sin esas oportunidades, especialmente
de educación, es imposible que el país se transforme.
Aunque Utopía es una muestra de que sí se pueden hacer
cosas distintas, no es suficiente, y Colombia necesita
una política pública creativa que realmente le apunte a
la ruralidad, que no se conciba desde las ciudades, sino
desde el mismo campo; una política pública arriesgada
que dé importancia a la logística agroalimentaria y a la
agricultura familiar; que ordene y permita la negociación
colectiva.
R.I.: No se puede perder de vista la agricultura familiar,
pero es claro que después de la crisis de precios del
petróleo, ¿no debería el país apostar al desarrollo
agrícola a gran escala?
C.G.G: Claro que sí, pero con la agricultura familiar
como base. Este país es campesino por naturaleza y no
podemos olvidar que nuestras más grandes fortunas
se hicieron en la agricultura (Caña de azúcar, café y
palma de aceite, entre otros). Es claro que Colombia
necesita una política sólida de producción de alimentos
porque tenemos todo el potencial de ser una despensa
mundial de alimentos. Para esto, es imperativo invertir
en desarrollo agroindustrial y oportunidades para los
campesinos. Mientras los hidrocarburos son una ilusión
pasajera y dependen de muchos factores, la producción
de alimentos siempre será necesaria y para esto también
se necesita hablar sobre tierras.
R.I.: ¿Se refiere a la propiedad sobre la tierra?
C.G.G: Sí. En este país, el dinero se refugia en las tierras y es
claro que se requiere una transformación radical de todo
el sistema productivo rural en función de los campesinos
y la propiedad de la tierra. Colombia es el único país de
América Latina que no pudo resolver ese problema en
las décadas del treinta y cuarenta, y ese fue y aún es el
punto de partida de la violencia. No me opongo a la gran
propiedad, pero sí a la gran propiedad improductiva.
R.I.: ¿Qué viene para Utopía en los próximos años?
C.G.G: Hace poco se graduó la quinta cohorte y en
2020 vamos a cumplir diez años. Nuestro sueño es
construir cuatro utopías más en Colombia conservando
la misma pedagogía e inspiración, pero cambiando el
esquema ancla a través de programas como Ingeniería
Agronómica, Ingeniería Agroforestal, Ingeniería de
producción animal, Agroindustria y un programa
especial para formación de maestros rurales. Queremos
seguir apostando por la educación, porque ésta
tiene el poder de transformar los corazones. Si con
educación no logramos dar herramientas para forjar
el futuro, muy difícilmente vamos a transformar las
sociedades y a construir escenarios equitativos de paz
y econciliación.