44 48
proyecto, la consulta y creación de consenso social, el
copatrocinio y preferiblemente cofinanciamiento, la
supervisión social de los procesos de construcción y
–lo que era absolutamente indispensable– el manejo,
mantenimiento y sostenimiento de los sistemas
instalados. El CCEP y los socios institucionales
inevitablemente partirían de las comunidades un día,
pero las comunidades permanecerán y tendrán que
tener la capacidad de, y estar empoderadas para,
consolidar y continuar desarrollando las soluciones
de energía renovable sin la asistencia permanente de
agencias externas.
Hay que reconocer que por limitaciones propias de estas
comunidades aisladas, generalmente sí se requiere la
inyección de recursos técnicos y financieros exógenos a
las comunidades para estructurar y viabilizar la inversión
inicial en sistemas energéticos renovables. Sin embargo,
sin un proceso de cogestión participativa entre los actores
institucionales y técnicos externos y los actores sociales y
comunitarios locales, los proyectos y procesos energéticos
“implantados” o “aterrizados” exógenamente serán
insostenibles. Además, en todos los casos no solo
es viable sino indispensable organizar esquemas
de auto-sostenimiento financiero comunitario
para la administración, operación, mantenimiento
y reposición de componentes desgastados de los
mismos – condiciones sine qua non para asegurar
su sostenibilidad e impacto en el desarrollo local a
largo plazo.
El proceso de cogestión participativa, metodología de
trabajo y resultados lo presentaremos más adelante
empleando como ejemplo el caso concreto de una
micro central hidroeléctrica (MCH) en la comunidad
indígena Embera Dóbida (literalmente “gente del
maíz”) de El Yucal, en los bosques de la Serranía
del Baudó en el Chocó. Pero antes, discutiremos los
cuatro pilares de sostenibilidad que guiaron todos
los proyectos de energía limpia del CCEP, no solo
los de ZNI, pues son explícitos en el concepto de
energización rural en Colombia y América Latina.
El proyecto de energía
sostenible se inauguró en
2015 y benefició de manera
directa a 472 personas de
96 familias del resguardo
indígena del río Panguí y El
Yucal, pertenecientes a la
etnia Embera Dóbida.